
La política partidaria en General Lavalle atraviesa un momento de marcada fragmentación, y el peronismo local es hoy uno de los espacios más golpeados por las divisiones internas. La reciente confirmación de la renuncia de la concejal suplente Luciana Cánepa, quien debía asumir en caso de concretarse la salida del concejal Luciano Luero, reaviva un debate no menor: ¿quién representa hoy al peronismo lavallense?
Luciana Cánepa, militante de extracción peronista, pero claramente identificada con sectores sociales y vecinales no alineados a las estructuras partidarias tradicionales, decidió dar un paso al costado. En declaraciones a este medio, sostuvo que su decisión está atravesada por diferencias profundas, no sólo ideológicas, sino también metodológicas.
«Tengo una trayectoria corta pero transparente. Siempre traté de que mis palabras coincidan con mis acciones», expresó. Y agregó: «No me siento representada por las prácticas y métodos de manejarse de muchos dirigentes del peronismo actual. Decido desvincularme porque siento que desde ese lugar no estoy sumando, sino convalidando lo que no comparto».

Sus palabras no son menores en un escenario donde el peronismo de General Lavalle se muestra no solo fragmentado, sino en algunos casos, completamente roto. Existen al menos cuatro grandes líneas internas que operan sin coordinación ni consenso entre sí, y que incluso se disputan espacios de representación con escasa vocación de unidad.
Por un lado, se encuentra el sector del ex intendente y ex senador “Vasco” Goicoechea, con una extensa trayectoria pero con dificultades visibles para amalgamar las diversas corrientes internas. Pese a su experiencia, su conducción aparece desdibujada frente a una realidad que exige más articulación que pasado político.
En paralelo, la diputada Nacional Marcela Passo, con cercanía histórica al massismo y al Frente Renovador, tampoco logra (ni parece intentar con ahínco) recomponer los puentes rotos entre los diferentes espacios. Su influencia, si bien notable en el plano provincial, no se traduce por ahora en una estrategia local de cohesión partidaria.
A esto se suman dos líneas claramente disidentes: la de los Marchis —con Jonatan a la cabeza y el ex intendente Guillermo como referente histórico—, quienes operan prácticamente como «exiliados» del justicialismo local; y la de Blas López, quien se alinea sin matices con La Cámpora y el kirchnerismo más orgánico.
En este complejo entramado, la figura de Cánepa representaba, aunque de manera modesta, una posibilidad de renovación ética y metodológica, alejada de las lógicas tradicionales. Su decisión de renunciar no sólo deja vacante una banca, sino que desnuda un vacío aún más profundo: el de la representación genuina de una porción del electorado peronista que no se siente identificada con ninguna de las tribus actuales.
“Yo no vengo de la política. Soy una vecina que quiso poner a disposición su trabajo, con convicciones firmes, pensando en el pueblo y no en beneficios personales”, remarcó Cánepa, en un mensaje que interpela a toda la dirigencia local.
En efecto, sus críticas no están dirigidas a una sola línea interna, sino al conjunto de una dirigencia que, según ella, prioriza las formas y los discursos electoralistas por sobre la coherencia en la acción política.
El peronismo lavallense, entonces, queda atrapado en una encrucijada. La banca que Cánepa deja vacante podría ser ocupada por otra figura, pero el interrogante de fondo es más incómodo: ¿quién tiene hoy la legitimidad —y la capacidad— de representar un proyecto peronista que una lo que hoy está tan dividido?
Mientras tanto, la ciudadanía asiste a este proceso con una mezcla de escepticismo y resignación. Porque en política, como en la vida, los vacíos no duran demasiado: tarde o temprano, alguien los ocupa. La pregunta es quién, cómo y para qué.