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Por Guillermo Apdepnur

En una entrevista que no dejó lugar a ambigüedades, el presidente Javier Milei reafirmó su compromiso con lo que define como la “batalla cultural” contra el socialismo en América Latina. Desde su óptica, el enfrentamiento no es solo económico o político, sino principalmente ideológico: una disputa por el control del relato, de los valores y del sentido común dominante.

“El socialismo entendió algo clave: que la batalla es cultural. Por eso se metió en la educación, en los medios, en el aparato intelectual. Nosotros, los liberales, cometimos el error de desatender ese frente”, afirmó Milei con tono enfático.

Gramsci al revés

Aunque el presidente no lo menciona directamente, sus ideas remiten con claridad al pensamiento de Antonio Gramsci, el filósofo marxista italiano que desarrolló el concepto de hegemonía cultural: el control de las ideas y valores a través de las instituciones para sostener un orden político. En lugar de una revolución armada, Gramsci proponía ocupar el terreno de las ideas, infiltrarse en las universidades, los sindicatos, los medios, la justicia.

“Gramsci ganó”, dice Milei en la entrevista. “El socialismo se volvió hegemónico en la cultura. Nosotros naturalizamos sus valores sin darnos cuenta. Cuando repetimos que el empresario es un explotador, que el Estado tiene que ocuparse de todo, que la riqueza es pecado, estamos repitiendo dogmas socialistas sin pensar.”

La educación, un campo en disputa

Para el mandatario, el sistema educativo ha sido uno de los principales instrumentos de difusión del pensamiento socialista. “En la escuela pública, desde chicos, nos enseñan que el mercado es malo, que la propiedad privada es sospechosa, que el Estado debe regular todo. Eso no es educación, es adoctrinamiento”, denuncia.

Esta crítica recuerda debates similares en otros países latinoamericanos, donde reformas educativas con fuerte sesgo ideológico –como en Venezuela o Bolivia– provocaron tensiones con sectores liberales y conservadores. Según Milei, Argentina también ha transitado ese camino de forma más sutil, pero igualmente efectiva.

“La izquierda no necesita ganar elecciones si controla las ideas. La batalla se da antes: en el aula, en el noticiero, en el cine, en la novela. Y si ahí ya perdiste, después es muy difícil remontar”, advierte.

Medios, universidades y pensamiento único

El presidente también apunta contra lo que considera una hegemonía progresista en los medios de comunicación y en el ámbito académico. “Los periodistas militantes y los intelectuales orgánicos se convirtieron en guardianes del pensamiento único. Si cuestionás al Estado o defendés el libre mercado, sos un hereje.”

En este punto, Milei insiste en la necesidad de crear espacios de pensamiento alternativo que promuevan valores liberales, como la responsabilidad individual, la competencia, la meritocracia y la libertad económica.

Una contraofensiva liberal

Frente a este panorama, el mandatario plantea una estrategia clara: reconstruir el andamiaje cultural del liberalismo. “Tenemos que volver a dar la pelea por las ideas. Crear centros de estudio, fortalecer medios alternativos, formar docentes y comunicadores que puedan transmitir otra visión del mundo. Si no damos esa batalla, perdemos todo.”

Milei propone un nuevo “contrato cultural” que devuelva centralidad al individuo, la familia, la empresa y la comunidad civil por sobre el Estado. En este marco, celebra la proliferación de think tanks liberales, la aparición de influencers económicos en redes sociales y el creciente interés de los jóvenes por autores como Hayek, Mises o Bastiat.

Historia y advertencia

El debate que plantea Milei no es nuevo. Desde mediados del siglo XX, América Latina ha oscilado entre modelos populistas, autoritarios, socialistas y liberales, con fuertes vaivenes ideológicos. El caso chileno, con el giro desde Allende a Pinochet y luego al consenso de los ’90, o el colapso institucional en Venezuela, sirven como ejemplos extremos del poder –y del riesgo– de los relatos dominantes.

Milei insiste: “La libertad no se impone. Se enseña, se defiende y se cultiva. Si dejamos que nos roben el lenguaje, las ideas, los valores, entonces nos ganan sin disparar un tiro.”

Conclusión

Sin estridencias innecesarias pero con la claridad que lo caracteriza, Milei expone una tesis incómoda: que la verdadera revolución no se hace en la calle, sino en la cabeza. Y que, para los liberales, ha llegado la hora de dar batalla en el terreno donde más han cedido: el de las ideas.