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Por Guillermo Apdepnur

En una cumbre virtual con más de 300 dirigentes bonaerenses, Sergio Massa relanzó el rol del Frente Renovador dentro del peronismo, proponiendo una estrategia de unidad «con generosidad» y marcando línea directa con Axel Kicillof para la definición de candidaturas. La convocatoria expone un intento de ordenamiento interno frente a un escenario político que redefine urgencias y alianzas.

La reunión del Frente Renovador no fue simplemente una convocatoria partidaria, sino una maniobra de posicionamiento estratégico en medio de una etapa incierta para el peronismo. Con un discurso directo, Massa remarcó la necesidad de abandonar mezquindades y avanzar hacia una unidad funcional, pragmática y digitalizada. Su frase «el peronismo será 2.0 o no será» no fue retórica, sino diagnóstico: la renovación discursiva y tecnológica se vuelve imprescindible para sobrevivir en un ecosistema político que ya no responde a las lógicas tradicionales.

El exministro de Economía propuso que Axel Kicillof tenga el control en la definición de las listas seccionales bonaerenses. Lejos de una cesión pasiva de poder, ese gesto puede leerse como un reconocimiento a la centralidad que conserva el gobernador en el territorio más estratégico del justicialismo. Kicillof, a su modo, funciona como el último nodo sólido en un mapa de fragmentación.

La consigna «Peronismo o Milei» sintetiza más que una fórmula de campaña: instala una dicotomía electoral que opera también como línea interna. Aunque dicha frase pueda parecer binaria, funciona como ordenadora de discurso frente a una oposición libertaria que crece en influencia, no sólo en los márgenes del sistema político, sino dentro de los propios votantes tradicionales del PJ.

En este marco, el Frente Renovador apuesta a un reposicionamiento desde la racionalidad y la amplitud, dejando atrás el ciclo de disputas intestinas que llevaron al peronismo a una derrota nacional. El temor latente —pero no explicitado— de perder la provincia de Buenos Aires, último bastión político con poder territorial real, actúa como un cemento invisible que obliga a reordenarse. No se lo dice, pero se lo percibe: en la sombra del avance libertario se gesta una necesidad de cohesión más allá de los nombres.

El peronismo transita su laberinto. Y Massa, con su convocatoria, sugiere un mapa: generosidad, conducción territorial bajo Kicillof y modernización digital como claves de supervivencia. La verdadera incógnita no es si el peronismo puede unirse, sino si podrá hacerlo antes de que la disputa deje de ser electoral para convertirse en existencial.