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Por Guillermo Apdepnur

Análisis político:

El Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires atraviesa una de sus encrucijadas más significativas desde el retorno de la democracia. El intento de recomponer una mesa de unidad entre los sectores que componen hoy al peronismo bonaerense —el Movimiento Derecho al Futuro (MDF) de Axel Kicillof, La Cámpora y el Frente Renovador de Sergio Massa— está empantanado en un clima de desconfianza mutua, llamados cruzados y señales difusas. La imposibilidad de concretar una reunión formal y consensuada expone una fractura latente que podría derivar en una crisis mayor.

La desunión como síntoma y como amenaza

“El peronismo se comunica por un teléfono descompuesto”, reconoció un dirigente camporista. La frase resume con claridad una de las características del momento: no hay una conducción clara, ni un método común de resolución de conflictos. La ausencia de coordinación alimenta una incertidumbre creciente que erosiona la cohesión del espacio. La falta de una instancia política donde se sienten todos los actores con poder real del PJ es más que un dato organizativo; es un síntoma del deterioro de los códigos internos de funcionamiento.

Las diferencias entre el cristinismo y el kicillofismo no son nuevas, pero sí más visibles. Las tensiones se agudizan en un contexto sin liderazgo nacional unificado y con una Cristina Kirchner que indirectamente juega, pero sin ocupar el centro de la escena. En paralelo, Kicillof resiste los intentos de disciplinamiento de La Cámpora y busca sostener su capital político sin quedar subordinado al aparato tradicional.

Un espejo histórico: la atomización del PJ post-2001

Esta crisis remite inevitablemente a momentos anteriores de fragmentación peronista, como el período 2002-2003, cuando la falta de liderazgo fuerte tras la caída del gobierno de De la Rúa derivó en una dispersión de candidaturas y una competencia feroz entre sectores del PJ. En aquel entonces, el partido se partió entre duhaldistas, menemistas, y un kirchnerismo incipiente que luego terminaría reconfigurando al peronismo desde la Presidencia.

Hoy, aunque las condiciones son distintas —hay gobernación, intendentes y estructuras institucionales en pie—, la lógica de la atomización política vuelve a amenazar al peronismo bonaerense. Sin un proyecto común, sin una narrativa que unifique a los distintos sectores y sin un método de resolución interna, el riesgo de ruptura crece.

Hipótesis posibles: ¿una interna o varios frentes?

La falta de acuerdo para siquiera convocar una mesa de unidad hace crecer las hipótesis de ruptura. ¿Podría el MDF competir por fuera del PJ si las condiciones lo empujan? ¿La Cámpora aceptaría una primaria abierta o buscaría condicionar las listas desde su aparato territorial? ¿El massismo, cada vez más volátil, esperará a ver cómo se acomoda el tablero?

En este escenario, una interna abierta sería el camino natural en cualquier fuerza política moderna. Pero el peronismo no ha resuelto aún su relación con la competencia interna: teme que una primaria sin control derive en una guerra fratricida. Por eso, muchas veces opta por el reparto de cargos antes que por el voto de su base. Esa lógica hoy se encuentra en crisis.

Lo que está en juego

Más allá de la disputa de poder, lo que está en juego es la capacidad del peronismo bonaerense de ofrecer una alternativa política seria frente al oficialismo nacional de Javier Milei. Si el PJ no logra articular un proyecto claro, ordenado y competitivo, la fragmentación no solo lo debilitará electoralmente: lo vaciará de sentido histórico.

El peronismo sobrevivió a proscripciones, derrotas y crisis. Pero siempre lo hizo cuando logró recomponer una narrativa común y una conducción con capacidad de ordenar. Hoy, ninguna de esas dos condiciones está garantizada.

El viernes habrá una reunión clave en la sede nacional del PJ. Si no aparece allí una señal clara de reconstrucción política, lo que hoy es desconfianza puede convertirse en ruptura. Y con ello, en un nuevo ciclo de diáspora interna que, como enseña la historia, sólo se resuelve con una nueva síntesis o con una nueva generación de conducción.


¿El PJ podrá reordenarse a tiempo o quedará atrapado en su propia fragmentación?
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