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En el Gobierno se repiten desde hace rato las escenas que florecen cuando se marchitan las jefaturas.

Desde hace largos meses circulan en la Casa Rosada anécdotas que ilustran el momento de debilidad en que se encuentra el Presidente de la Nación, y que no registran antecedentes similares en la memoria de los políticos más veteranos.

Hay gobernadores peronistas que llegan a la Casa de Gobierno para reunirse a solas con Alberto Fernández y emprenden conversaciones que se van deshilachando cuando pasan la hora y veinte minutos de duración y el visitante, avergonzado, queda obligado a enviarle signos al Presidente de que tiene que irse del lugar para seguir con su agenda. Intendentes que entienden, en el mismo momento en que se reúnen con la máxima autoridad del país, que les conviene acortar esa cita sin rumbo y llamar a algún ministro para resolver un desembolso para sus municipios.

Ministros y secretarios de Estado de máxima confianza de Fernández que prefieren hablar por teléfono con su jefe cuando están con algún colega a mano que pueda escuchar -activando la variante ‘manos libres’ de sus celulares- las promesas que reciben: creen que así le será más costoso al Presidente deshacer las decisiones que anuncia a su equipo.

Esa situación se agudizó con la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía. Hoy, aquellos visitantes que salían desorientados de sus encuentros con el Presidente saben que tienen que acudir al ministro para llevar reclamos o listas de pedidos.

El peronismo, que desde hace años ve a Massa con desconfianza, está comenzando a abrazarlo como candidato para 2023.

Por supuesto, no hay ninguna decisión tomada en ese punto. La supervivencia política de Massa dependerá de su desempeño en un área que aportará pocas alegrías al oficialismo.

Es cierto que Massa consiguió enviar mensajes tranquilizadores cuando consiguió recuperar al menos un piso para las reservas del Banco Central, pero ahora tendrá que enfrentarse a cuestiones cuyas soluciones exceden por mucho el período que le queda en el cargo: la inflación desatada, el avance de la pobreza, la brecha y el cepo cambiario y la montaña de déficit fiscal y cuasifiscal son algunos de ellos.

La sola idea de empezar a implementar las recetas útiles para solucionar esos problemas lo hará enfrentar a Cristina Kirchner.

El Frente de Todos avanza en la preparación del escenario en que pretende definir el postulante a heredar la catástrofe. Varios gobernadores, con el aval tácito de la vicepresidenta, impulsan la derogación de las PASO para el año que viene.

El plan tiene resistencias dentro del propio oficialismo. “Nosotros necesitamos las PASO. Es la única manera que tiene el próximo candidato de llegar con algún impulso a la elección general. Llegar a la boleta por el dedo de Cristina no va más”,dijo hace pocos días uno de los ministros leales al Presidente.

Además de la resistencia albertista, también hay otros enemigos internos de la vicepresidenta que prefieren mantener vivas las Primarias -una creación de los Kirchner, por si hace falta recordarlo- como los

. Son escenas que florecen cuando las jefaturas se marchitan.