«El Duelo Silencioso que Desata Dudas en la Política Argentina»
¿Quién realmente está en control? Las tensiones entre los dos líderes que podrían cambiar el rumbo del país.
En los últimos días, la figura de Javier Milei ha experimentado un giro inesperado marcado por la intervención directa del expresidente Mauricio Macri en la conformación del nuevo gobierno. Este abrupto cambio ha sembrado dudas sobre la identidad y la continuidad del proyecto político que Milei prometía llevar a cabo.
Durante mucho tiempo, Milei fue considerado por la mayoría de los argentinos como un individuo inestable, suscitando cuestionamientos sobre su idoneidad emocional para liderar el país, especialmente en un contexto de presiones inherentes al ejercicio de la presidencia. Los desafíos provenían tanto de las resistencias populares hacia sus propuestas como de las tensiones internas en su alianza electoral, donde las aspiraciones de la vicepresidenta Victoria Villarruel chocaban con las del macrismo.
A lo largo de la extensa campaña electoral, Milei presentó diversas facetas, desde ser considerado un instrumento de Massa hasta un aliado de Macri y Patricia Bullrich. Sin embargo, tras la victoria, la intervención de Macri fue evidente, marcando territorio y reconfigurando el gobierno a su gusto. Este proceso incluyó la exclusión de figuras cercanas a Milei, como Rodrigo Marra, Carolina Píparo y Emilio Ocampo.
La imposición de Macri no solo se reflejó en los cambios de personal, sino también en la imposición de un programa de gobierno distinto al imaginado por Milei. Elementos como la dolarización, el cierre del Banco Central y la libre portación de armas fueron descartados, generando resentimiento y denuncias de traición en el núcleo duro del libertario.
El ambiente de festejo por la victoria se vio empañado por la fractura en la relación entre Milei y Villarruel, exacerbada desde antes del balotaje. Macri, con su experiencia y redes, se erige como el verdadero arquitecto de la victoria, imponiendo candidatos y su propio programa de gestión.
En este escenario, Milei intenta consolidar su posición. Ha encargado a su Jefe de Gabinete, Nicolás Posse, limitar las aspiraciones de Villarruel, mientras que Guillermo Francos, Ministro del Interior, trabaja en la creación de un «mileísmo» con referentes visibles como Juan Schiaretti, Florencio Randazzo y Martín Llaryora.
Sin embargo, este intento de consolidación se ve obstaculizado por la debilidad legislativa y territorial de Milei, sumada a la falta de liderazgo sobre un gabinete cuyas áreas estratégicas están controladas por fondos corporativos y Mauricio Macri.
Las predicciones sobre la duración del mandato de Milei son diversas. Guillermo Moreno arriesga que no superará los 6 meses debido a la imposibilidad de controlar la anarquía interna, mientras que otros cercanos al nuevo presidente temen que se canse antes de asumir. En medio de esta incertidumbre, lo único claro es que aquellos que buscan negocios rápidos necesitan cierto grado de institucionalidad, y si Milei no puede proporcionarla, alguien más estará dispuesto a hacerlo en la línea de sucesión.
Por ahora, Milei resiste, pero sus energías se consumen día a día. ¿Será su liderazgo suficiente para mantener la estabilidad en un gobierno marcado por la intervención y los desafíos internos? La incógnita persiste, y la historia reciente nos recuerda que en el 2001, el clamor de «Que se vayan todos» solo logró apartar a Fernando de la Rúa. ¿Qué deparará el futuro para Milei y su gobierno? La respuesta aún está por escribirse.
Por Alberto Lettieri, Doctor en Historia (UBA) y Analista Político